Las columnas de la tierra.
Érase una vez un niño que siempre
trataba a su madre con gritos e insultos, sin importarle lo mucho que esto la
entristecía. Un día, sin saber cómo, despertó en un lugar inmenso y solitario,
sentado sobre una roca de la que surgían cuatro columnas que parecían sustentar
el mundo entero. Estaba allí solo, cuando al poco vio llegar una inmensa
bandada de cuervos con picos de metal que se lanzaron contra la roca,
picoteándola con fuerza. Cuando volvió a estar sólo, misteriosamente se abrió
una puerta en una de las columnas, y de ella salió una niña simpática y
preciosa.
-¿Has venido a ayudarnos? ¡que bien! nos hace falta toda la gente posible.
El niño no comprendía, y viendo su extrañeza, la niña le explicó.
-¿Así que no sabes dónde estás? Esto es el centro de la tierra, estas
columnas lo sujetan todo, y la piedra sobre la que estás las mantiene unidas
-¿Y a qué queréis que os ayude?- dijo el niño extrañado.
- Pues a cuidar la piedra, claro. Se te ve en la cara que eres la persona
ideal-respondió la niña-.Los pájaros que has visto son cada vez más
numerosos, y si no cuidamos esta piedra un día se romperá y todo se vendrá
abajo.
- ¿Qué se me ve en la cara?-exclamó el niño sorprendido-¡Pero si
nunca he cuidado una piedra!
- Pero aprenderás a hacerlo, igual que hasta ahora no lo has hecho. Toma,
mírate en este espejo- respondió la niña mientras le ponía un espejo
frente a la cara.
Entonces el niño se vio reflejado, y pudo ver claramente cómo su rostro parecía
el de un pájaro, y su nariz comenzaba a estar metalizada. Quedó allí parado,
asustado y preocupado, sin decir palabra.
- Todos esos pájaros fueron niños como tú y como yo-explicó la niña-pero
ellos decidieron no cuidar este lugar. Ahora que son mayores, se han convertido
en pájaros malvados que sólo lo destruyen. Hasta ahora, tú no has hecho mucho
por cuidarlo, pero ahora que ya lo sabes, ¿me ayudarás a conservar todo esto? - dijo
con una sonrisa mientras le tendía la mano.
El niño no terminaba de comprender todo aquello, pero entonces, al mirar de
cerca las columnas, vio que cada una estaba hecha de miles y miles de figuritas
representando los grandes valores: sinceridad, esfuerzo, honradez,
generosidad.... Y al acercarse al suelo, comprobó que la enorme roca estaba
formada por las diminutas historias de niños respetando a sus madres, abuelos,
hermanos, ancianos... sobre la que los cuervos trataban de grabar escenas de
gritos e insultos. Y junto a sus pies, pudo ver su propio dibujo, el de la
última vez que había gritado a su madre. Aquella imagen, en aquel extraño
lugar, le hizo ver que era el respeto lo que mantenía unidas las columnas de
los valores que sostienen el mundo.
El niño, arrepentido, permaneció allí cuidando la roca durante días y días, con
alegría y buenas obras, reponiendo el daño que causaba cada aparición de los
pájaros, sin llegar a dormir un minuto. Así estuvo hasta que, agotado por el
esfuerzo, cayó rendido.
Al despertar, volvía a estar en su casa, y no sabía si todo aquello había sido
un sueño; pero de lo que sí estaba seguro, era de que ningún cuervo volvería a
grabar un dibujo suyo gritando a su madre.
Que debemos ser considerados y respetuosos.
ResponderEliminarMariam Jatar
QUE DEBEMOS PORTARNOS BIEN PARA QUE NUESTROS PADRES NO SE PONGAN TRISTES.
ResponderEliminarJESUS CHIRINOS